Por Joseph Avski
Tanta Sangre Vista es una novela gráfica adaptada por Óscar Pantoja e ilustrada por
Juan Gaviria, de la novela homónima escrita por Rafael Baena. La obra está dividida en dos partes separadas
cronológicamente, y editadas de manera que el lector pueda comenzar por
cualquiera de ellas. Es una casa con dos puertas principales. El protagonista
es Enrique Arce, y según sus propias palabras la novela cuenta la historia de
su vida, su familia y su país. La adaptación tiene varios aciertos y algunos
desaciertos. Sin embrago, más que entrar en detalles, me gustaría detenerme a
mirar el contexto en que está ambientada.
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En la primera parte de la novela, cronológicamente hablando, prima
el color rojo y las escenas de batallas. Está ambientada durante la Guerra de
los Mil Días (1899-1902), uno de los acontecimientos que definieron el rumbo
que tomaría el país durante el siglo XX. Enrique Arce hace parte del ejército
liberal que lucha contra los conservadores. Durante la guerra conoce a Camila, una
mujer de carácter fuerte de la que se enamora. Ella les permite establecer
campamentos temporales en su hacienda, quizá por que es sobrina de un general de
ese ejército. La Guerra continúa con su carga de sangre y tragedia, sin
embargo, Enrique nunca deja de tener presente sus sentimientos por Camila.
La Guerra de los Mil Días ha sido un
acontecimiento mayúsculo en la historia de Colombia. Según nos recuerda Marco
Palacio en Entre la legitimidad y la violencia: Colombia 1875-1994 ésta
fue la última de nueve guerras partidistas que tuvieron lugar después de la
independencia. También fue la última guerra civil en Colombia en la que
participaron ejércitos regulares, con apoyo oficial y público de las élites
políticas. Desde entonces el conflicto interno colombiano ha estado marcado por
la irregularidad, la clandestinidad de los ejércitos, y la guerra de
guerrillas. De alguna manera estos conflictos irregulares posteriores a la
Guerra de los Mil Días no han sido más que una continuación de ésta.
Terminada la
guerra Arce vuelve a buscar a Camila, se casa y comienza su vida familiar en la
hacienda de su esposa. Pasan los años, tienen hijos, los hijos crecen y
empiezan a abandonar la casa familiar para estudiar en la ciudad. Camila y
Enrique quedan acompañados sólo por Merceditas, la hija mayor con quien Enrique
recorre los bosques, y Ricardo, su nieto, hijo de Julia, quien se quedó
definitivamente a vivir en la ciudad.
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La segunda parte de la novela sucede más de cuarenta años después de
la Guerra de los Mil días, es decir a finales de los años cuarentas y
principios de los cincuentas. Tiene como color preponderante el amarillo y
recrea el tránsito del campo a la ciudad, y los consecuentes conflictos entre
el país rural y los centros urbanos. Para entonces los hijos de Enrique y
Camila ya están grandes, algunos de ellos viviendo en la ciudad, lejos de la
hacienda familiar. Enrique y Merceditas pasan mucho tiempo con Ricardo. Enrique y le habla a su nieto sobre la guerra.
Merceditas lo adiestra en la vida del campo. Camila, por su parte, maneja los
asuntos de la hacienda.
Colombia ha cambiado mucho desde los
días de la Guerra de los Mil días hasta los años cincuenta. A comienzos del
siglo XX Colombia estaba totalmente desconectada del capitalismo mundial por lo
cual surgió la necesidades de aumentar el porcentaje de población urbana. Vale
la pena recordar que por los años de la Guerra de los Mil Días su población era
de alrededor de tres millones de habitantes, con una población en su mayoría
rural y sólo dos centros urbanos con más de veinte mil residentes: la Villa de
Nuestra Señora de La Candelaria de Medellín y Santa Fe de Bogotá. Según el
trabajo desarrollado por Rocío Murad Rivera para el libro Dinámica demográfica y desarrollo en América Latina y el Caribe el
porcentaje de la población urbana en Colombia pasó de un treinta por ciento en
1940, a un cincuenta a principios de los años sesentas, y finalmente a un
sesenta por ciento en 1973.
Esta urbanización del país, sin embargo,
se hizo de manera desorganizada. Las ciudades no desarrollaron la industria
necesaria para crear una sólida clase media y empelar a su creciente población.
Tampoco se convirtieron en centros productivos generadores de capital. El campo
seguía siendo el responsable de la sostenibilidad económica del país, pero
estaba en manos de unos pocos latifundios y brindaba muy pocas oportunidades. El
café fue el principal producto de exportación hasta bien entrada la segunda
mitad del siglo. Entre 1925 y 1929 representó el sesenta y ocho por ciento de
las ventas de productos nacionales al exterior. Veinte años después su
participación había crecido a un setenta y dos por ciento según los datos de
Marco Palacio en Entre la legitimidad y
la violencia. Esto ocasiona que durante la urbanización se dan las condiciones
para la creación de ejércitos irregulares (guerrilleros, paramilitares,
narcotraficantes y delincuencia común), alrededor de la cual se plantea el nudo
dramático de la segunda parte.
Un día Merceditas, la hija mayor de
Enrique y Camila es secuestrada por uno de estos ejércitos irregulares que
exige un rescate de 3.000 pesos. La banda secuestradora está formada por
antiguos combatientes, de ambos bandos, de la Guerra de los Mil días. Ricardo hace
el recorrido que el país entero ha estado haciendo por más de cuarenta años:
del campo a la ciudad. Es enviado con el propósito de persuadir a su madre,
Julia, para que facilite el dinero del rescate. Ella ha amasado una importante
fortuna contratando de forma fraudulenta con el estado. Hace mucho tiempo madre
e hijo no se ven, y ambos están ansiosos por el reencuentro. Sin embargo, sus
visiones del mundo son contrastantes y el encuentro se convierte en un
desencuentro. Julia encarna los valores de la ciudad que incluyen cierto desdén
por el campo, mientras su hijo se siente orgulloso de su vida como hacendado y
ve con recelo el estilo de vida citadino.
Merceditas es asesinada y Julia decide
usar el dinero del rescate para crear otro ejército irregular con la misión de
aniquilar a los asesinos de su hermana. Una historia conocida por todos
nosotros.
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Tanta Sangre Vista Basada en la novela homónima de Rafael Baena Adaptada Óscar Pantoja, ilustrada Juan Gaviria. Rey Naranjo Editores (2016)
Texto pésimamente escrito, con evidentes errores de redacción y de organización conceptual, sin una delimitación argumental. Más filtros, señores.
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