La soledad en el cine: cuarenta años de ‘Taxi Driver’





Jaír Villano/@VillanoJair

“La soledad me ha seguido toda mi vida. A todos lados. En las tabernas, en los autos. Por las aceras, en las tiendas. Por todos lados. No hay manera de escapar de ella. Dios me hizo un hombre solitario”.  Así transcurren los días de Travis Bickle, el conductor de taxi que colinda espacios de podredumbre, frenesí, caos y oscuridad en New York.

Travis es un veterano de la guerra de Vietnam que vive sin sentido alguno. No tiene un horizonte trazado, ni aspiraciones por las cuales salir al ruedo, no espera ni ofrece ni busca, es un outsider que se refugia en su diario y en las maltrechas salas de cine porno.

“- ¿Por qué quieres ser taxista, Bickle?
- No puedo dormir por las noches.
- Para eso están los cines porno.
- Sí, lo sé. Eso ya lo intenté”.

Un personaje de una profunda melancolía y que es magistralmente interpretado por Robert De Niro, quien venía de recibir el Oscar por su actuación en El Padrino II.

Apocado, insomne y romántico en el sentido más oscuro del término, tras ver frustrado lo que parecía ser un devaneo con la voluntaria de campaña presidencial Betsy (Cybill Shepherd), el carácter pasivo y resignado del protagonista se revuelve, y de esta forma saca a luz su faceta más psicótica y febril, la de un asesino.

Pero tiene que ocurrir algo para que la insania se exacerbe; pues bien, en el largometraje que cumple cuarenta años de su estreno en Hispanoamérica, el paroxismo impacta de la mejor forma: Travis vaga por las calles y en una de ellas una joven prostituta, Iris (Jodie Foster), se sube a su taxi huyendo de su proxeneta. Este no la deja escapar y evita cualquier pregunta dándole un billete al taxista. Más adelante, Travis busca los servicios de esta joven hetaira, pero en lugar de sexo, el taxista se pierde en una retahíla que tiene como pretensión la renuncia del trabajo de la chica.

En una lectura personal diría que esta serie de acciones lo asemejan a dos de los personajes más célebres de la literatura dostoievskiana, Raskólnikov y Demtreio Kamarazóv, quienes en su desesperación y conciencia del pésimo e irrebatible momento creen que haciendo una obra de caridad redimirán sus desdichas; o en otra perspectiva, que encuentran la esperanza despojada de sus vidas en almas que a pesar de las adversidades tienen tiempo para salvarse.

Lo único cierto es que la historia está basada en un cúmulo experiencias que le tocó atravesar a Paul Schrader, guionista del film, quien tras haberse divorciado de su esposa y terminado su travesía en un instituto de cine, se vio en la obligación de conducir un taxi en las horas nocturnas de la gran manzana estadounidense.

El director Martín Scorsese se encantó con el guion a primera vista. Pero entró en una encrucijada, pues venía de dirigir Calles peligrosas (1973), película muy bien recibida por la crítica especializada, y Alicia ya no vive aquí (1974), un encargo de Hollywood que le mereció a Ellen Burstyn el Oscar por mejor actriz, y que puso a Scorsese en la fila de esa nueva generación de cineastas hollywoodienses, de la que hacían parte George Lucas, Steven Spielberg y Francis Ford Coppola.

O cine de autor o cine mainstream, era la disyuntiva de quien tiempo después dirigiría La última tentación de Cristo. El amor al arte pudo más, y a pesar de creer que su acogida no sería buena, “Taxi Driver no será vista por nadie”, Scorsese se aventuró a rodarla con un presupuesto ínfimo, 1,3 millones de dólares, lo que de alguna forma obligó a grabar la mayor parte en Los Ángeles.

Parecía cataclismo, pero la dirección de Martin acompañada de la prolijidad de la historia de Schrader, dieron origen a una de las películas que más adeptos tiene. No en vano se llevó la Palma de oro en Cannes.

-“¿Hablas conmigo?”- se pregunta Travis mirándose al espejo, en una escena conmovedora y triste que se insertaría en la memoria de la cinefilia mundial-.

Y es que los diálogos, las frías y mohínas escenas, las actuaciones y algo de estética trash hacen de Taxi Driver una obra maestra que se sobreponen a las impetuosas escenas de violencia que detonan cuando Travis intenta salvar a Iris de su chulo.

 “Querida Iris: Con este dinero tendrás suficiente para tu viaje. Cuando leas esto yo habré muerto. Travis”.


El final de Taxi Driver no podía ser mejor. Los horrores de la soledad quedan magnificados en una obra que marcaría un antes y un después, y serviría de punto de partida para muchos de los directores que exploran estéticas similares. 


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