Castrillón, el poeta


El libro de las abluciones. Carlos Castrillón. Caza de libros. 2010.

Por Juan Aurelio García Giraldo

Cuando Carlos Castrillón, el poeta -no el profesor ni el académico-, me regaló El libro de las abluciones, tras ponerle esta dedicatoria “Para Juan Aurelio, estas abluciones de tanta palabra, de tanto discurso”, me dio una mano para la comprensión más integral  del sentido que tendría para él y para los lectores que lo siguen los distintos registros de su quehacer literario. Dicha dedicatoria, algo lacónica, expresada con cierto tono de queja, era el eslabón que me faltaba para por fin hacer contacto con algunos de los sentidos primordiales de una obra que tiende a ramificarse de un modo complejo, aunque tenga o simule tener las dimensiones de un bonsái.
Del libro, no cabe duda que viene bajo un título tan revelador como razonable, dada la ya larga e incuestionable carrera de maestro, académico y estudioso del discurso literario de su autor*, lo que en plata franca significa que la poesía sería, para él, una válvula de escape, “una limpia”, un modo de purgarse de los cerros de textos que lee –en razón de su profesión- y no pocas veces a despecho de su doble condición de ser humano y de poeta.
Quiero imaginar que es la terapia que se aplica al final del día, a la hora en que los mecánicos se pasan por la piel de sus brazos y panzas, de sus manos y rostros, un estropajo lo deliciosamente hirsuto como para retirar las rastras de grasa que el sudor les termina por tatuar como si quisiera borrarlos:
miro con atención-
no es tan blanca
la luna

Estas abluciones entrarían, pues, en relación directa con el hombre libresco que, así y todo, prefiere colocar su acento sobre la vida, señalar con su índice por cuáles cauces es que fluye, para restarle toda credencial a la palabra y su lastre de memoria, de cosa ya pasada devorada como en vano por el tiempo:

eran tres hojas secas
quisiera decir –
no lo recuerdo

El universo literario de este autor, construido lentamente durante 30 años (1), es breve e inusitadamente plural, descarta todo gesto de insistencia en sus búsquedas y no se ha cristalizado en una forma única, a pesar  -y es preciso repetirlo- de lo rulfiano, de lo japonés de sus dimensiones.
Si intentas vencer, ya estás vencido. Manual de aikido IIa
Su obra está hecha, pues, de una brevedad de muchos rostros, lo que le permite pendular de un modo bien versátil entre la reticencia y elusión de significados mediante acertijos directos expresados con palabras sencillas
A veces envidiamos
la sonrisa rápida de los conejos.
La soledad nos entra por el ojo izquierdo.
Tenemos el derecho reservado
para los gatos mágicos

y la crudeza alegórica de alguna imagen, como en esta minificción disfrazada de poema:

Aturdido
por la feroz matanza,
se llevó las manos a la cabeza
y no tenía cabeza
(Visor)

Por este camino de las abluciones, que es –ya lo dijimos- como “una limpia”, al modo en que funciona la ingesta de las hojas de ayahuasca, para limpiar el cuerpo y el alma, los libros, con sus espesas y milenarias capas grasientas  de solemnidad, suelen aparecer a la luz de una mirada paródica, burlona, irreverente,  para restituirles la humanidad originaria que no han debido perder y que le permite ponerlas de nuevo a tono con el habla popular para reactualizarlas:
El regreso de Heráclito
Si todas las cosas se convirtieran en humo,
 conoceríamos por las narices.
De la Naturaleza
Dice Timón el Silógrafo
-pero sólo Borges es sabio-
que Heráclito el Oscuro
levantaba con su bastón negro
las faldas de las muchachas
para descubrir la carcajada que les corre dentro

Las abluciones de Castrillón, para el lector común, deberían funcionar como insinuaciones a desacralizar los discursos impostados o sobrepuestos en la piel de los textos canónicos; como un acto que sea a la vez disolución y restauración de esos discursos; como una palabra que cuando se pronuncia (al producirse en el habla o la escritura), quede dicha, para iluminar su interpretación desde otro ámbito, recuperando el sentido de las márgenes:
(…)
Pero también soy Iclimia
hija de Eva y su serpiente,
olvidada de la Historia
que escriben hombres y espantajos.(…)

(Poema de la mujer apócrifa)

Pero en un sentido filosófico, otras son  sus abluciones y son aquellas que nos acercan a su cosmovisión personal del mundo y de la vida, pues revelan sus convicciones más particulares sobre los temas eternos, desde una visión no por lo estoica menos pétrea y desidealizada.  En lugar del hombre libresco, es el ser humano de a pie que, de repente afirma, desde la observación directa, sin trajinar sobre el tapiz de algún concepto:
Caminar caminos de agua
con sandalias de viejo enmudecido;
alzar la vista hacia montes nevados
y saber
que piedra es piedra, aldea es aldea, río es río,
y que no hay nada qué construir,
qué cambiar,
qué contradecir.
(…)
(Algunos versos de amor a Ryokan)

En dichas abluciones, la soledad, la muerte y el asombro son mirados bajo una luz menos poética que vivencial, como algo que está ahí siempre, para que no olvidemos o para  retornarnos a la amarga lucidez de lo evidente.  Miremos como recaba en ello desde una interpretación libre de una antigua deidad Hindú:
Sobre un tema de Mayura

¿Quién es esa mujer
de manos húmedas y piel adoquinada?
Esa mujer que pone una flor en la mesa
para recordarnos la muerte cada día.
Su tiempo se ha perdido en los rituales
de un ojo gastado en las paredes.
¿Quién es esa mujer
que mira hacia la luna con altanería?
Cuando termina el  juego
retira de la mesa la ficha ganadora.
Una flor en la mesa
para recordarnos la muerte cada día.

Lejos de sonreír e ironizar (que es una vertiente vital de su poética), se encuentran declaraciones directas de la inanidad y del fracaso frente al  lenguaje y el oficio, como en esta autoparodia del poeta disfrazado de torero, cuando garrapatea entre los risibles laberintos de una solución que le es esquiva, para un asunto que prometiera ofrecer la gravedad de una cornada.  Quién lo creyera, pero también aquí el académico como el torero, se la está jugando y no propiamente como quien mira los toros desde la barrera:
(…) El puño de viento largo.
El largo de puño viento.
El viento de largo puño.
El largo puño del viento.
Cómo son de ariscas las palabras,
cómo muerden,
cómo crujen,
cómo saltan.
Una luz ilumina los relojes
y luego el fracaso.
(El poeta se viste de luces para lidiar un poema)

De la mano del poeta que esporádicamente filosofa, evidente desde su  ópera prima “ El rostro de los objetos” de 1990, está presente el renegado e íntimo, que sugiere una existencia nada mundana,  abluciones desde el silencio del gesto, lejos del lugar común y del desgaste, ese lastre que suele venir con la palabra:
No gastes mi nombre,
no fuerces los labios.
Recupera el sentido del silencio:
Busca un sustituto,
unas sílabas gratas,
una voz que no alcance a mis oídos (…)

(Advertencia)

Esos rasgos, junto con otros que seguidamente citaremos, demuestran  una  tendencia notoria a la polifonía, desde una semántica personal que se cruza en el circuito de los significados canónicos, a partir, por ejemplo, de las diversas facetas del yo poético, las distintas voces narrativas, las confrontaciones entre el discurso sagrado y el  profano a través de los textos paródicos, etc.
Una lectura algo más crítica y menos estrecha de la obra del armenio, tendría que revelar cómo en el contexto de la poesía colombiana actual, el suyo es hasta cierto punto el paradigma del poeta que no deja quietas las formas; que no las suele entregar tal y como las recibe de las tradiciones contemporáneas universales y las que les preceden, sin pretender ser una propuesta a ultranza; es decir, como un rasgo más, entre otros, de su diversidad.  Recursos discursivos como la parodia, la sinergia entre el texto oficial y la palabra  apócrifa, la hipertextualidad  burlesca, la minificción y la metaficción; o, estilísticos como la ironía, la paradoja o la hipérbole, no tienen otro propósito que servir de soporte, en obra tan pequeña, a una diversidad textual silenciosamente crítica del formato poema tal como lo conocemos:
Haikú

Se quedó dormida
esperando
la segunda erección

(Crítica, pero sin violar el canon del haikú, que se basa, como está sucediendo en este texto,  en la experiencia o la observación directa, menos que, por ejemplo, en el sentimiento o la añoranza).
Aunque sea predecible, tampoco el poema de amor habría de salir indemne del taller del poeta que ha leído todos los libros.  La crítica del yo de la amada a través del madrigal que finge ser una loa o apología, es una dosis de ácido vertida en un licor romántico, con toda la sutileza de quien apela a la ironía sutil en lugar del apóstrofe o del epíteto, que es el lugar común de la expresión directa.  Invisibilizando los hilos de la amargura, a través de un lenguaje camuflado de ropaje amoroso, es imposible ignorar el hipotexto de aquel Pessoa que afirmara: “todas las cartas de amor son ridículas”.
Poema ridículo

Es tuyo el vuelo de todas las aves
y es tuyo el ancho mar por lo pequeño;
Y es tuyo el salto de asombro que damos
ante la promesa de un primer beso;
y la mano que siembra de caminos
el cerrado horizonte de tu cuerpo;
tuyo el desdén con que dejas abierta
una porción de olvido y un silencio;
te pertenece la antigua costumbre
de confundir el amor con el juego;
tuyo el presente y tuya la frescura
de quien cree conocer todo secreto;
tuyas son las palabras que reposan
en este diccionario de recuerdos;
y será tuya la virtud que elijas
y será tuya la mitad del tiempo.

Como profesor universitario, traductor y ensayista, su nivel de autoconciencia del lenguaje le permite potenciar el alcance de sus abluciones, enriquecer y carnavalizar mitos y textos canónicos, no sólo para ironizar y parodiar, sino también para hacer poesía desde lo personal, maliciosa o sublime; para sacudir los sentidos y expectativas del lector, y así sorprenderlo, aterrizándolo y asombrándolo, como en esta rara genealogía paródica,  con notorias resonancias bíblicas, de la maternidad masculina, que al final deriva en la natividad de la flor a partir de un acto masturbatorio:
En el principio del mundo
las mariposas revoloteaban de piedra en piedra,
y golpeaban sus alas contra el filo de los montes.
Pero aconteció que Gaobar engendró a Reabón;
y Reabón engendró a Timar,
el que machacaba luciérnagas en su fábrica de fuego (…)
Pero Cenén forzó la carne de Amelia
(un fruto oculto de esta rara genealogía)
y alcanzó la gravidez
(él, no ella; extraño asunto.  Pero esto es un poema,
no un tratado de Genética)
(…)Aquí termina esta historia,
pues Sigaor nació solo y desangelado.
Nada más que piedras alrededor.
Y en su soledad recordó a Onán;
y fue con su simiente en la palma de la mano
y la puso entre dos piedras degolladas:
Y de allí nació la flor.
Entonces Sigaor quedó asombrado de su obra
y dio a su criatura un nombre colorido.
Un nombre colorido que aún pronunciamos
con labio despetalado;
un bello nombre.

(Genealogía de la flor)

El tributo a la literatura del Castrillón poeta (que a su vez tiene varios rostros) es consecuente con el del estudioso del discurso literario: su autoconciencia del lenguaje lo dota de un arsenal de recursos  que convierten en diversa una obra relativamente breve.  No hay ingenuidad e impulsividad en poema alguno de sus distintos libros.  Y si bien la ironía, la paradoja y la parodia oxigenan una parte considerable de aquellos, están allí para despertar la sonrisa o el asombro que vienen aparejados con el desconcierto, pero, sobre todo, son los recursos elegidos más versátiles para poner a prueba la rigidez del canon.  Sus poemas son síntomas de una modernidad y de una madurez literaria que pueden llegar a ser paradigmáticas, por su concepción de la literatura en tanto escenario de voces que interactuando con otras voces, contribuye a reafirmar su carácter decididamente dialógico (Mihail Bajtin), el cual es el principio fundamental de la literatura: el ser que con su voz en contraste con otra voz construye el sentido que lo hace humano y, por lo tanto, universal.

*Carlos Castrillón es docente de planta de la universidad del Quindío. Su tesis de maestría sobre la poesía de Dionisio Aymará fue publicada por la Universidad Tecnológica de Pereira y la compilación de ensayos Palabras reincidentes salió en la Biblioteca de Autores Quindianos. En años recientes ha liderado el estudio y la reedición de las obras poéticas de Carmelina Soto, Baudilio Montoya, Julio Alfonso Cáceres, Noel Estrada Roldan.

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